Saturday, March 01, 2008


Sobre el miedo

Dejo a la pluma del sin par Quevedo contestación a los hechos atemporales

Lícito es temer al enemigo para no despreciarle; mas temerle para sólo temerle, es infamia que aun en la cobardía de las mujeres halla honra que se le resiste. El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde tiene miedo de su propio temor. De aquí le nace no tener la seguridad en otra cosa sino en la muerte de su muerte, cuando no hay enemigo que no tenga quien sólo se defiende con el mal suceso del que se le opone.

La burla que hicieron en Milán de la mujer de Federico Barbarroja, le ocasionó a no dejar piedra sobre piedra en Milán, y a desquitar con la sangre de todos la maldad de algunos infamemente regocijados en el desprecio del enemigo ausente.

Manchada parece que está con fealdad la honra y la virtud de Marco Bruto en haber aconsejado a César el camino por donde con certeza alcanzase a Pompeyo, cuyo soldado había sido el día antes, a quien, por la libertad de la patria con elección leal se sujetó, obedeciéndole por general. Facciones tiene esta acción de alevosa y vil. No se deben juzgar con prisa las acciones del virtuoso, docto y valiente, partes que en eminente grado resplandecieron en Marco Bruto.

Esta consideración me detuvo el juicio precipitado en la mala vislumbre de traición que contra su general le acusaba de chismoso. ¡Oh cuán sólidamente obra quien es sólidamente bueno! Donde se mostró misterioso, pareció culpado a la vista de los mal contentos de las obras ajenas.

Esta misma acusación hacen los ojos con nubes al cristal que miran, diciendo: Está escuro; y llaman defeto del objeto el de la potencia. Los que no pueden ver bien, dicen que ven malo, y la ceguera propia llaman mancha ajena.