Tuesday, September 19, 2006

Sobre la falibilidad , la infalibilidad y el honor

Esta primavera pasada Lili y yo fuimos a conocer personalmente a una amiga vasca a la que tratábamos mucho por internet. Esta nos obsequio con un apabullante fin de semana en Bilbao y alrededores: charlas interminables, paseos inmejorables, excursiones inolvidables y un largo etc. que visto ahora parece imposible entrar en tan solo un fin de semana.

Es de una de esas excursiones de la que me gustaría hablar: San Juan de Gaztelugatxe. Impresionante península, que no deja indiferente a nadie que la visita. Tan impresionante como el lugar es el camino que te conduce a él, su belleza es realmente solemne. Y estando en lo alto del promontorio mirando al mar esta amiga nos obsequió con una historia ¿popular? ¿marinera? ¿vasca? Da igual.

Un hombre se embarcó en un carguero y tenía que pasar por aquellos parajes, que estaban infectados de canallas que se encargaban de hacer naufragar a las embarcaciones cuando había temporal con hogueras que remedaban falsos faros para apropiarse tanto de la carga de los barcos como de las propiedades que portaban las personas.

Hubo temporal y el barco naufragó. El hombre tuvo suerte y pudo llegar nadando hasta una roca algo alejada de la costa y así no convertirse en presa fácil de aquellos canallas. Se subió a la roca con sus rocas empapadas y aguantó en ella el agua fría de la lluvia, el frío de la noche, el hambre y el miedo de ver como maniobraban aquellos malhechores cada vez más cerca de él y todo ello sólo con la esperanza de que pasara el temporal y que algún barco lo avistara y salvara de aquella desesperada situación.

A los dos días capeó el temporal y al atardecer un barco de la Marina Real le avistó y le subió a bordo. Allí, una vez le hubieron proporcionado ropa seca y comida, el capitan quiso hablar con él y le preguntó:

¿No temblaste de miedo en estos días que has estado en la roca?

El hombre le miró con una sonrisa en su cara y le contestó

Yo sí, pero la roca no tembló.

Los cimientos de un hogar no descansan en el suelo, no. Descansan en sus mujeres.

Friday, September 08, 2006

DICHOSOS LOS QUE TIENEN HAMBRE Y SED DE JUSTICIA

Cierto día un perro ya sabio peregrinaba en busca de una mayor sabiduría y pasó por la tierra de una comunidad de gatos. Cuando se acercó a ellos vio como uno de ellos, pingüe y craso, se dirigía a ellos con estas palabras: “Rezad, hermanos, rezad. En verdad os digo que si oráis con fervor vuestros ruegos serán escuchados y del cielo os lloverán ratas en el acto”

Cuando el perro sabio hubo oído aquel sermón siguió su camino riéndose para sus adentros: “¡Qué necios son estos gatos! ¿Qué estupido es su entendimiento que no alcanza a comprender lo que hay en los Libros, lo que me explicaron los Maestros y lo que me enseñaron los Ancianos! ¿No está acaso escrito que si rezas al cielo en compensación a las plegarias llueven huesos y no ratas?